domingo, 30 de mayo de 2010

UN DOMINGO

Los domingos son, según al placer de Dios -un día sagrado, un día para descansar los músculos y acudir a la iglesia para limpiar nuestra alma que ha sido envilecida por los pecados durante la semana- sin nosotros darnos cuenta o lo ignoramos.
Pero el domingo ha perdido esa connotación, y pasó a ser el alivio para los valientes que se enorgullecen de vaciar hasta cuatro cajas de "chelas" en la noche del sábado, pasó a ser el encuentro de los amantes no fugaces, pues es el día en que aprovechan a verse y entonces amanceban toda la mañana toda la tarde y la noche que queda por exprimir de ese día; se ha convertido en una confesión, en una tragedia de horarios. A mi parecer el domingo labora más que los otros días, pues debe soportar el resultado de los días de la semana;recalco, el domingo no está catalogado como "dia de la semana" sino es un día individualista, sin la necesidad de implicarse en los asuntos semanales, no obstante se sostiene de ello, y mantiene su reputación de libertinaje.
-El desacato de los hombres a la palabra de Dios, no es ninguna novedad, para eso se inventó la palabra "independencia" y no cabe duda que con esa palabra hemos rebazado límites hasta religiosos.
No me considero la excepción de aquellos que realizan ese acto de valor, hace tiempo que dejé de ir a la iglesia, a los once años leí la biblia de letras grandes y dibujos coloridos donde se apreciaba muy bien los diez mandamientos y el becerro de oro; David y Goliat enfrentándose y etc de dibujos, pero con el transcurrir del tiempo, esos dibujos con letras gigantes pasarían a ser despintadas de mi memoria por otras más apremiantes en la vida.
De niño seguimos los pasos que nos trazan los adultos y entonces desconocemos del placer de los días, de las horas en fin del tiempo.
Ya cuando no niños, sentimos la libertad en el pecho, en el alma y en nuestra vida "tomamos ya nuestras desiciones".
Como el domingo ya no es sagrado como la palabra violada de Dios, me di la libertad en emplearlo para distender mis emociones al lado de una mujer que hace un año fue la guia de mis emociones amorosos, la mujer que carece de un color exacto en sus ojos y sin embargo siguen radiantes como en aquel tiempo.

martes, 25 de mayo de 2010

LA ESPERA (ensayo literario)


Si no esperas,
lo inesperado no lo reconocerás
cuando llegue.
Heráclito de Efeso







Mientras estaba en el parque esperando a la susodicha me acometió el aburrimiento, entonces decidí poner a prueba mis capacidades deductivas con las personas que veía pasar. Siguiendo los consejos del maestro Sherlock Holmes, intenté adivinar, ya fuera por la vestimenta, por el peinado, por los zapatos o simplemente por medio de los gestos, quiénes eran las personas que caminaban por aquel lugar, a qué se dedicaban y cuál sería en el fondo el sentido de sus vidas. Por desgracia y por más empeño que puse en la elaboración de mis conjeturas, no tuve modo de confirmarlas, de modo que me sentí un tanto fracasado.
Frente a la fugaz frustración decidí ir a revisar unos libros de segunda mano que estaban en venta a orillas del parque, para ser exactos, en la banqueta, acomodados sobre un plástico. Hojeé varios y resolví llevarme un poemario de José Pedroni.
Para la espera, vale la pena una lectura ligera sin problemas de tiempo ni personajes, con textos breves y sin acción de por medio.
Volví a mi asiento de antes, la deducción pasaría a ser reemplazada por algunos poemas. Al abrir el libro y hojearlo nuevamente ahora con más tranquilidad, salió de él una fotografía, al parecer sirvió de separador al dueño o dueña anterior del libro o quizá fue una pérdida, resultado de un descuido inconsciente. La fotografía parecía tener mucho tiempo de haber sido capturada, daba la impresión de pertenecer a una época remota porque estaba tomada en blanco y negro.
En ella se observaba a una mujer de aproximadamente veinte años, dándo la espalda. Imagino lo que sufrió aquel día esa joven, justamente esperando; en su caso no optó por el parque, ni por un asiento de fierro frío como yo lo hice, prefirió improvisarse uno con su sudadera en la banqueta. Su cabello lo había acomodado con un listón en forma de moño. La sombra de los árboles fue haciendo presencia con el mayor cuidado, temiendo desesperar a la bella incógnita de ese día.
Por su acomodo corporal, parecería llevar un buen rato esperando; había adoptado ya la forma del cansancio: con las mejillas apoyadas en las manos. Mientras las horas caían sobre su alma, ella seguía esperando, la desesperación poco a poco la iba aplastando, lástima que no tuviera un tejido cerca para rememorar a Penélope. Quién esperó durante veinte años a Ulises; en ausencia del mismo, varios pretendieron su corazón, pero para ella la fidelidad estaba antes que el deseo. Durante ese tiempo se inventó una labor para el aburrimiento, que era a la vez una trampa para sus enamorados. El acuerdo que ella estableció con sus pretendientes era que iba a tejer un tapete y cuando lo terminase podría ser esposada por uno de los caballeros. No obstante, cada vez que estaba a punto de terminar, destejía el tiempo de la espera (el tapete) alimentando la esperanza del regreso de Ulises. La esperanza nunca la perdió. Ulises volvió luego de la batalla en Troya. En esta historia Penélope representa la fidelidad que es un valor de la espera.
La señorita “X” bien pudo prevenir ese aburrimiento que denotaba su postura si en esa época ya hubieran existido los celulares, pero da la impresión de que la tecnología aún no maduraba tanto y por ello su fe consistía en el tiempo y sólo en eso. En la fotografía, la muchacha aparece con un enorme reloj a su lado, se encuentra sentada junto a él, un reloj de tamaño descomunal que se hubiera caído de un edificio o de un gran anuncio publicitario. La escena tiene tintes surrealistas que hablan de la eternidad estancada, del tiempo vacío, de las horas que no pasan. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí, sentada, esperando? No dudo que se haya levantado varias veces con un aire rígido, para ir a dar algunas vueltas por ese lugar que acaso era el espacio cotidiano del encuentro con el amante o el amigo, un lugar familiar que conocía de modo íntimo. Seguro varias veces había regresado a esa esquina con la esperanza de encontrar a la persona anhelada, y en cada retorno un nuevo semblante, no precisamente más gozoso, sino todo lo contrario: pálido, sus cejas fruncidas ya sin los trazos que da la alegría, los labios con menos color, los ojos destellando cansancio y signos de llanto. Al final, siempre regresando al lugar de antes, adoptando nuevamente la forma de una estatua.
La noche ya estaba próxima frente a mis ojos, el día cabalga de prisa cuando uno está entretenido o como metafóricamente se dice “matando al tiempo”. Esto me recuerda un verso del poeta Emilio Adolfo Westphalen: “andando el tiempo los pies crecen y maduran”, sin embargo dudo mucho que mis pies pudieran dar fruto estando yo sentado.
El parque iba quedando vacío así como el corazón de la señorita “X” fue entumeciéndose, el mismo corazón que tiempo antes de llegar a ese lugar seguramente estaba cargado de felicidad. Las hojas tiradas que se aprecian en el primer plano de la fotografía, a un lado del reloj, semejan la cara muerta de la vida, el tiempo pasado marchitándose y a la deriva.
La espera es sinónimo de satisfacción cuando llega nuestra recompensa y entonces es posible emplear la frase “valió la pena tanta espera”. No obstante, otras veces este dicho se vuelve nicho de la tristeza. A pesar de que el sevillano Gustavo Adolfo Becquer haya dicho en su rima XII “verde el color del que espera” en su poema el verde es tranquilidad, paz, y juventud. Muchas veces, cuando la expectación es demasiada, mostramos en el rostro el color ya no verde y fresco, sino el de la irritación que delata nuestras angustias. En Esperando a Godot, obra de Samuel Becket, la esperanza es fallida, es la desazón acompañada del olvido la que se presenta, y el tedio se vuelve entonces el único entretenimiento aunque suene paradójico.
La espera nunca viene sola, algunas veces se encuentra acompañada de la esperanza y otras tantas de la desazón, su gemela opuesta; entre éstas dos está la incertidumbre. Sin duda, esperar involucra tiempo y una paciencia inexorable. Nicholas Boileau Despréaux poeta francés escribió: “Procuro ser siempre muy puntual, pues he observado que los defectos de una persona, se reflejan muy vivamente en la memoria de quién la espera”. De acuerdo a esto, ser prudente con el horario de las citas es fundamental en la percepción de la propia personalidad y un antídoto contra el dolor de cabeza de ambos (contra la desesperación de quien aguarda y la angustia del que sabe que va tarde).
De cualquier modo hay que saber esperar, si se trata de esperar a una persona de quien desconocemos su puntualidad habría que elegir un lugar ignoto, sería buen pretexto para el tedio; de esa manera nuestros ojos podrían escrutar el espacio y el tiempo sería guía de la exploración, en el caso de que la persona ejerciera el arte de la impuntualidad. Pero si por el contrario, llegara a tiempo, comenzarían a conocer el lugar de la cita, en vez de acudir a preguntas triviales tales como “¿y qué tal tu día?” “¿hacia dónde vamos?” la conversación estaría plagada de impresiones que compartirían: “¡Mira, jamás creí que existiera un lugar tan distinto como el que están viendo mis ojos!”
Todos somos pacientes en algún momento. La paciencia es una virtud en aquél que sabe valerse de ella. Para Rousseau “la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”; es así como debemos entender la paciencia, para poder encontrarle su buen sabor, si no fuera de esta manera jamás podríamos disfrutar de dos sensaciones emocionales como la alegría y la tristeza. Sin embargo, no hay que abusar de la paciencia ni de la espera, porque nos pueden llevar sin previo aviso al olvido de nuestra existencia, así como dijo el escritor noruego Jostein Gaarder, “uno no puede asegurarse contra el derrumbamiento de su existencia”. Hay que estar conscientes de que la paciencia puede darnos sorpresas también imprevistas, como le sucedió a la señorita “X” quien llegó a formar parte del olvido del otro, del esperado, y quedó como un recuerdo del tiempo en esta fotografía anónima y extraviada.
Después de permanecer como estatuas, la espera sirve para aflojar los músculos, adoptamos posturas por minutos, viene siendo un ejercicio, un relajamiento del alma, una especie de escape a las preocupaciones, nos olvidamos de nosotros por pensar en el otro, es como una pequeña parálisis de la vida, donde la memoria hace una pausa y entonces descansamos. Vale la pena esperar, pero no abusemos o pasaremos a formar parte del catálogo de una fotografía.
La espera puede ser tan trágica como la muerte, por esta noche yo me salvo de esa tragedia gracias a la presencia de la susodicha esperada que va llegando.

domingo, 23 de mayo de 2010

DESEOS


Después de todo -pero después de todo-
sólo se trata de acostarse juntos. según Sabines.
Las narraciones de Jamaica Kincaid están adornadas del erotismo y del vacío, autobiografía de mi madre es un gozo, del placer del ser humano dentro de la naturaleza de su cuerpo.
AL ESTILO KINCAID
Cuando era niño, no rebasando los diez años, me vi acostado al lado de mi prima, aunque no era una prima cercana o de la cadena de mi sangre, era de esas primas que se les denomina "postizas" vaya nombre; a esa edad no se conocen las definiciones de las palabras que emplean los adultos, y sin embargo suenan lindos. Sus manos las apoyó en mi pecho, ella era un año mayor y alegre, el relój seguía su camino, la noche blasfemaba por lo que veía y sin embargo lo ocultaba, mi reacción en ese momento fue contener la respiración, no recuerdo porqué razón nos juntaron a los cuatro en la misma cama, mi hermano, su hermana, ella y yo. Siempre había dormido con tanta libertad en mi cama, con las manos extendidas como las aletas de un avión, y los pies relajados como los de un pulpo, pero esa noche la libertad la había olvidado en mi casa. Le di la espalda a mi prima, para luego soportar la respiración de mi hermano casi ya cerca de mi garganta, no podía dormir, sentía una sensación nueva en mí, inclusive me había gustado que mi prima dejara caer sus manos en mi pecho.En casa, mamá tenía la costumbre de acurrucarme con el calor de su cuerpo, y esa sensación era de sentirse protegido; pero esta otra no causaba el mismo efecto, ya no quería sentirme protegido, sentía una necesidad externa a mis emociones, algo mandaba dentro de mí, así que decidí volverme hacia mi prima y esperar que volviera a descansar sus manos, en menos de un minuto sus pequeñas manos estaban en mi estómago y con gran dificultad me tragué la saliva que había acumulado en ese lapso por la corazonda que provocaba esa mano, ella se hacía la dormida, entonces decidí acariciar con brevedad su mano, mientras yo respiraba con dificultad,poco a poco se fue moviendo y bajó más la mano y la metió debajo de mis pantalones, sólo solté un pequeño gemido, abrió los ojos y me musitó al oído unas palabras -se siente bien ¿verdad?. No podía negar que se sentía bien. se sonrió, apartó la mano y se volteo al otro lado. Nunca una noche había sido tan húmeda como esa vez; esa noche dormí con una humedad tranquila.

martes, 4 de mayo de 2010

CONCUERDO

Un paisaje pintado en óleo es hermoso, un perro agresivo se vuelve dócil en una pintura, el hombre se vuelve, una eternidad en ese mismo mundo.
¿Qué más puedo admirar de este cuadro, cuando la noche pasa, pasa, como las nubes y mis ojos me impiden seguir observando porque el sueño lo acecha como la hoja fría de una espada?
por esta noche descanso para esperar amanecer mañana con nueva visión del mundo

lunes, 3 de mayo de 2010

MISS

ES CIERTO LAS MISS X SON MENUDITAS, ATENTAS, A VECES DIBUJAN EN SU ROSTRO UNA TRANQULIDAD O UNA PREOCUPACIÓN PROFUNDA. AY, MISS X MISS X, ANDAREMOS TODA LA TARDE DE UN DOMINGO BAJO LOS SEMAFOROS, A UN LADO DE LOS ENAMORADOS, JUNTO A UNA ESTATUA CONSAGRADA, JUGANDO CON EL TIEMPO, TU CON TU MIRADA VERDE QUE TE GANARÁS EL DESDÉN DE MINERVA Y YO CON MI MIRADA PERDIDA EN "MINERVA". Y ENTOCES ESA ESCENA ME RECUERDA A UN POEMA DE JAIME SABINES.
MISS X

Miss X, sí, la menuda Miss Equis,
llegó, por fin, a mi esperanza:
alrededor de sus ojos,
breve, infinita, sin saber nada.
Es ágil y limpia como el viento
tierno de la madrugada,
alegre y suave y honda
como la yerba bajo el agua.
Se pone triste a veces
con esa tristeza mural que en su cara
hace ídolos rápidos
y dibuja preocupados fantasmas.
Yo creo que es como una niña
preguntándole cosas a una anciana,
como un burrito atolondrado
entrando a una ciudad, lleno de paja.
Tiene también una mujer madura
que le asusta de pronto la mirada
y se le mueve dentro y le deshace
a mordidas de llanto las entrañas.
Miss X, sí, la que me ríe
y no quiere decir cómo se llama,
me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra,
que me ama pero que no me ama.
Yo la dejo que mueva la cabeza
diciendo no y no, que así me cansa,
y mi beso en su mano le germina
bajo la piel en paz semilla de alas.
Ayer la luz estuvo
todo el día mojada,
y Miss X salió con una capa
sobre sus hombros, leve, enamorada.
Nunca ha sido tan niña, nunca
amante en el tiempo tan amada.
El pelo le cayó sobre la frente,
sobre sus ojos, mi alma.

La tomé de la mano, y anduvimos
toda la tarde de agua.

¡Ah, Miss X, Miss X, escondida
flor del alba!

Usted no la amará, señor, no sabe.
Yo la veré mañana.

sábado, 1 de mayo de 2010

LAS MAÑANAS

Las mañanas frías congelan las palabras, las ideas, pero no las emociones.
Esta mañana me he levantado más temprano que lo habitual, no ha sido porque sea un candidato del insomnio (no lo creo) nose que acto me impulsó a levantarme a una hora establecido para el canto de los gallos, pero da la tristeza que en mi casa no hay gallos, cuento con un perro labrador de porcelana como mascota.
A través de mi ventana observo como los rayos del sol van despertando los diminutos pastos del campo donde los niños echan una "cascarita". Ese campo; verde, amplio, desequilibrado, y permamente; considerablemente se va acabando, lo verde sólo es en las mañanas cuando las últimas gotas de humedad se van dispersando. Por otro lado, cuando miro a través de otra ventanita de mi cuarto, observo hacia abajo, hacia el lugar de los semaforos, de los edificios, de las contrucciones inacabadas, decido quedarme esta mañana en mi cuarto -me dictan mis emociones- pero la responsabilidad me avienta a ese mundo de abajo, al lugar de la desintegración ó ¿de la unión?, no lo sé, pero mi necesidad económica me exige un sueldo.