jueves, 29 de abril de 2010

LABORES


¿Porqué no pide un plazo en la merced? me dije después de que me agarró el brazo, acompañada de una voz discontinua –joven por favor regáleme un peso- No quise voltear y volver a mirar ese rostro de hace dos años. No me reconoció, el tiempo nos cambia a cada segundo, y después de todo nos abandona con la muerte.
Pobre mujer, me recuerda a un poema de Julio Sesto “cómo me dan pena las abandonadas/ que amaron creyendo también ser amadas/ y van por la vida llorando un cariño/ recordando a un hombre y cargando un niño.
Dos años atrás la encontré en ese mismo lugar con un niño en brazos, ella muy delgada, pálida, con los ojos cansados de llorar, ojos secos, sin ni siquiera un brillo de pequeña esperanza por el hijo, o por un futuro. No obstante sus palabras tenían fuerza de convencimiento, me pidió un peso, para completar su pasaje (discurso muy recurrente por los estafadores) me causó tanta tristeza que decidí obsequiarle $50.°° esa noche ella se fue en ese instante. Meses después la encontré en el mismo lugar, me esquivó la mirada, me reconoció, sintió engañarme, Seguí mi camino. Yo tenía el mismo aspecto, por eso le fue fácil escudriñarme con sus ojos y evitarme. Después fueron constantes esos encuentros, sin embargo ambos comenzamos a considerarnos desconocidos.
-cada quien vive la vida de la forma más adecuada- mi aspecto la cambié hace más de un mes, y caminaba por mi lugar de costumbre. La costumbre es algo irracional, por más racional que parezca. Pude ver que pidió limosna a una señora, sin embargo ésta la ignoró, después pasé a su lado, e hizo lo que ya mencioné arriba.
Las prostitutas (vocabulario empleado despectivamente) me convencen admirarlas en una esquina, debajo de una lona, con las piernas y los pechos al descubierto, aplican la frase de la mercadotecnia –quien no enseña no vende-. Sin pena coquetean, se ofrecen, intimidan, hacen su labor, todos hacemos una acto para atraer a la clientela, un pollero afila sus tijeras acompasado de “pásele, pásele, huerita, que le damos, cuanto, cuanto” un asegurador de vida, te saluda con las manos y la cabeza inclinada; después sigue su discurso con una amabilidad intolerable, “mire caballero nuestro servicio consiste en estas claúsulas” nos abastecen de ventajas, aunque sólo sea el antifaz de las desventajas y si los rechazamos se molestan y ya no nos saludan con la cabeza inclinada, mucho menos con la palabra "caballero", optan por ignorarnos. A la joven indigente, la he visto irse detrás de varios hombres, pero ¿por qué no pide un lugarcito al lado de las maestras del sexo? Bien podría cobrar igual que ellas, o puede que esté bién que trabaje por su cuenta –a nadie le gusta tener un patrón, o en este caso un dueño- He cambiado de ruta, más vale prevenir que lamentar.

jueves, 1 de abril de 2010

SILENCIO, ABSOLUTO

No digo nada, no hay nada que decir
las palabras se volvieron cadáveres del tiempo
y tu color verde se volvió ceniza
de tanto mirar y mirar al pasado
¿ esperanzas?
el tiempo como una bestia
los engulló sufriendo de trastorno alimenticio
voy sin señales, sin rostros, sin ti
porque has venido a llevarte
el último pedacito de sombra que me obsequiaras alguna ves.
sin interrupciones voy a descansar los dedos
los pies y mis labios.
Al olvido con su rostro oscuro
hay que decirle “pase”