sábado, 26 de febrero de 2011

IMAGENES

Mis manos se deslizan por la muralla de tus pechos.
En un suspiro el amor descansa.
Bajo este cielo de alfombras arrugadas.
La pradera verde de tus ojos la recorro cada noche.
Un perro ladra a su amo desajustado de la vida.
Lloro entre las ramas secas de mis brazos
El cielo me exhibe sus blancas canas.
Entre tu cuerpo y el mío una vida respira.
Una hoja se despide de su cuerpo.
Las llantas reclaman su ciudad.
Con mis lagrimas lavaré el mundo de mis ojos.

miércoles, 16 de febrero de 2011

RESPIRAR

Respirar hondo. Abrir la boca, inhalar fuerte para luego cerrar la boca y en ese instante dejar libre al remolino de aire que salga por la nariz.
A veces lo hago cuando de verdad me siento encerrado por alguna cuestión meramente laboral, académica, emocional; este último me parece que será el punto de la "respiración" Te respiré por un momento y hasta hace una noche respiraba el olor de tu cabello, de tu cuello, de tus hombros, de tus pechos, de tus muslos.
Respiré entonces nuevamente para adquirir un nuevo aroma, es fácil dejar de respirarte. Respirar hondo. Y continuar con la rutina de la respiración.
CATORCE DE FEBRERO
Respiro la dulzura, un aroma universal. Novios pactando el amor en chocolates y globos en formas de corazón gigante, algunos son mas discretos, pactan su fidelidad amorosa en un ramo de rosas, otros estamos en el hilo del suicidio amoroso, ni globos, ni chocolates, ni rosas. Basta mirarte para explorar el terreno de esa dicha que hacen doblegar hasta al mas fuerte. Nos miramos, y así pasamos discretamente este día de febrero.
UNOS ARETES
Primero respiro, después con cierta maestría asgo tu cabellera negra y dejo al descubierto tu cuello, luego pendo el arete en tu oreja que me regaló una persona querida. Ay, aretes, esos aretes que tan bien funcionaron en el momento de la entrega, gracias a su doble efecto te tengo en mis brazos, te tengo conmigo.

lunes, 7 de febrero de 2011

PROSAS PRESAS EN SU VERDE MIRADA

6/2/11
Ayer 5 de febrero su compañía ha sido para mí una tranquilidad en mis letras, saberse mis letras juzgadas por la musa.
Usted en cada encuentro me sorprende, no sé si es su hábito el impresionar al otro, sin embargo me gusta. Me pregunta que si no camina mal en zapatillas ¿Acaso sé yo esa técnica de maniobrar los pies sobre un tacón de un centímetro de circunferencia cuando los míos están acostumbrados a unos zapatos con tacón parejo? Le respondí que no, que efectivamente usted era una artista manejando sus pies en esa incomodidad para mí.
Pero qué elegante se veía usted, su cabello, una cascada nocturna cubriéndole su cuello, sus ojos, el último pincelazo verde de mi tarde; por un momento no la reconocí, mis ojos ya se han familiarizado con su casual vestimenta que cobijan su delgada y ligera figura, aunque me parece que ha adelgazado un poco más.
Tanta fue la impresión de mis letras que quedaron para siempre en sus manos. Consciente estoy en que no se dejan al azar las creaciones literarias. Usted me pide en un arranque de no sé qué mi carpeta. Pero antes de eso, le pregunto que si identificó el poema que recité (usted ya lo conocía) en verdad lo recité para usted, aunque no haya limitado mi mirada en la suya, porque eso llevaba a varias interpretaciones en el público. La primera vez que le entregué ese poema solo era un boceto, ahora ya era un poema, sin embargo no es el poema con que la quiero precisar en mi vida, ese ya está próximo; me responde con añadida seriedad que no, que no identificó el poema, después sus labios diseñan una sonrisa culpable y es entonces cuando me pide la carpeta, me argumenta que quiere leer los poemas, como es usted el alma de esas palabras, no pude negarme y le solté la carpeta, la observo de reojo y veo que se detiene un rato en el poema que minutos antes le había recitado, a continuación me devuelve mi carpeta, sin contenido, y con cierta autoridad me grita.
—me quedo con los poemas.
Un tanto confundido y temeroso por su mirada, me quedo callado y sólo alcanzo a musitar estas palabras; no, no, los poemas no te lo puedes llevar, —pero qué defensa más débil sobre mis escritos—. Finalmente acepto mi derrota con una sonrisa, ¿por qué habría de pelearme con la que me otorgó esas manifestaciones literarias: poemas? Finalmente esas palabras son suyas, son para usted, pero también debe saber que en ellas voy y estoy.

jueves, 3 de febrero de 2011