viernes, 25 de enero de 2013

Gratitud

Ayer por la noche, en la avenida Tlahuac, mientras regresaba de haber ido a tomarme un café con "la señorita" me hallé con gran sorpresa. En mi prisa, intenté abordar el metro de la nueva línea dorada con boleto en mano y jamás encontré una ranura para poder acceder y encontrarme del otro lado del torniquete. El policia de guardia me dijo que sólo aceptaban tarjetas, le pedí de favor que si me dejaba pasar, sólo era un pasajero que costaba "tres pesos" el hombre rotundamente con movimiento de cabeza dijo que no, resignado me di la vuelta y me dirigí a la salida o entrada del metro. A unos metros divisé a un punk con el cabello pintado de rojo y junto a él un niño (supongo era su hijo) de tal palo tal astilla. Me interceptó y de su billetera sacó una tarjeta y me dijo.
-Yo tengo tarjeta amigo, vamos, siempre necesitamos de alguien-
Quedé asombrado, acercó la tarjeta a la máquina y me permitió pasar.
Mencioné la palabra habituada -Gracias-

martes, 8 de enero de 2013

Cavilaciones

Entiendo que la muerte realiza efecto de metamorfosis emocional en uno. Pensé en escribirle una carta con toda la franqueza de mis sentimientos, pero todo fue sólo un "pensé" mientras cavilaba las reacciones del destinatario. Somos ajenos y paradójicamente muy cercanos; llegaba a esa conclusión. Además, seguía cavilando, ella muy probablemente no se daría el tiempo en leer mis garabatos colmados de sensibilidad. Hace tres meses murió Gala, en efecto alude a la musa de Dalí, sólo que esta Gala recorría su mundo en cuatro patas, con cola larga, hocico negro, de abundante pelaje color miel, y no hablaba, sino que ladraba. Yo tuve que pasarle el Klennex a la mujer que lloraba la ausencia para siempre de su compañera canina. Para entonces el dolor no fue mutuo, cierto, trabé cariño con Gala, más no pasó de unas breves caricias sobre el lomo. Jack, otro cocker que aún le quedaba a la propietaria, entró en convulsiones, cuenta la propietaria; siete convulsiones en una noche. Ese canino, era muy tranquilo en la clínica, no demostraba sus emociones, no ladraba, no chillaba, no gruñía, era bien portado, sabía respetar lugares ajenos, aunque en casa, cambiaba su conducta, era fiero y valiente, entonaba graves ladridos, me contaba la propietaria. Por eso comencé a profesarle mucho cariño, tal vez ambos nos entendimos mucho ya que ninguno de los dos demostraba su sentimiento con el otro. La propietaria, llorando lo llevó a la clínica para hospitalizarlo, no pasó ni una noche, se fue como siempre, muy callado, con la rectitud de un roble, sus ojos siempre abiertos al mundo. Esta vez, la emoción fue mutua, el llanto de la propietaria parecía pertenecerme. La carta que pensaba en escribirle era, francamente no sé ¿qué podría decirle? ¿acaso mis palabras sensibles no iban a provocar llanto más llanto?. "disculpe, sólo quiero decir que aquí en la clínica, Jack, o, Jacko (como ella le decía) era un perro bien portado, y por lo tanto, siempre mantendré esa imagen en mi memoria" Tal vez, así sería el resumen de mi carta que posiblemente abarcaría tres cuartillas. Piojo, canino de otra propietaria, pasó a ser más mi mascota que de ella, si un día éste abandonara la vida, como lo hicieron Gala y Jack, yo me escribiría entonces mis cartas de condolencia.

domingo, 6 de enero de 2013

2013

Y he acá que inicio el año 2013 con las sábanas enredadas en un ambiente que me es muy familiar; el cuerpo femenino. Nunca recuerdo mis sueños cuando estos evento cálidos acontecen. Pues al despertar a media noche, los brazos delgados, los labios rojos, los pechos uniformes, el cuerpo delgado y la cabellera larga, quebrada, negra con aroma dulce, tranquilizan y entonces vuelvo a dormir.
Apenas, hace poco tiempo, reflexionaba con un amigo, con respecto a la existencia, a la vida. Cierto que cuando llegamos al extremo del análisis sobre este tema, nos consume la nostalgia y es válida y acertada la frase de "sólo vivimos una vez en este mundo" esta sentencia tan universal me da cuerda para continuar entonces mi vida, vivir, existir en un lugar determinado como en lugares indeterminados, no comencemos con suposiciones de moral ni ética (que sí la tengo) sino que después de repensar varias veces "la máxima" en efecto no queda nada de nosotros, ni la memoria posee tanta fuerza  ni cabida en este universo porque ni cenizas quedan de ella, después de muertos. Si por lo menos alguna pequeña porción de memoria quedara de nosotros, como por ejemplo, poder decir: Hace una vida pasada, anduve ahí, así que ahora pretendo pasar por otros rumbos. Hace una vida pasada cometí un grave error y ahora en esta vida vengo a enmendar esa errata. Y etc. No, nada de eso puede ser porque la muerte en sí (para uno) no tiene memoria. Y he acá que inicio el año 2013 con las sábanas enredadas en un ambiente que me es muy familiar cuando amanece y ella me mira y se sonrié de lo acontecido y entonces en lo que llega el sol para suprimir el frío matutino nosotros nos damos a la tarea de otorgarnos calor entre actos violentos haciendo uso de las manos, de las piernas y del cuerpo.