Hoy,
costumbre relajante mía, curioseaba por el centro de la ciudad de México, estos
día no son precisamente para ejercer esa distracción, bien se puede estar en la
casa, sentado sobre el sillón y bendiciendo o maldiciendo las encuestas
electorales, tema que últimamente está en reflexión y discusión, no obstante no
lamento el no incursionar en ese debate ciudadano porque también es justo
respirar a la ciudad en estos momentos, fuera de que si un izquierdista o derechista
me gobernará; el pintor y artista plástico, Francisco Toledo hablaba con el
raciocinio a partir de muchos años de observación “el poder siempre ha estado en manos de grupos políticos,
ya sea del PRI o del PAN, y sin importar quién llegue al poder, aun cuando sea
alguien impulsado de forma ciudadana, éste tendrá una serie de compromisos con
quienes lo colocaron en el cargo” válgame citarlo, pues ante tal situación, es
preciso tranquilizarse y meditar. Pero eso sí, dentro de esta
capital, acontecen eventos quizá no de mucho interés general pero sí
particular, caso mío, como el de cruzar una avenida sobre una escalera. Muchos
se molestarán, el ver cómo gente con complejos de relámpagos se atreven a vencer
a los coches atravesando una calle de ocho metros cuando a un lado un paso
peatonal se levanta monumentalmente, no digo que yo sea un receloso pero sí un
hombre de razón y por demás contradictorio, admito que cuando más joven,
confiaba mucho en la agilidad de mis pies, pero últimamente los coches se han
duplicado así como muchos malos conductores se lucen en el volante, situación
que me ha impulsado a darle uso a las escaleras. No es tan malo subir treinta
peldaños y bajar otros tantos, tiene sus ventajas y vaya que son muchas, la
primera sería, para la buena articulación, los mexicanos se quejan de sus
articulaciones y gastan infinidades en pagar tratamientos; la segunda sería el
ejercitar, piernas, talones, nalgas, pantorrillas, pues nos quejamos también de
la economía como para pagar un gimnasio, y no solo eso, es decir, que llegar al
puente, un panorama distinto a permanecer en la calle, se nos presenta a los
ojos, contemplamos una distancia mayor y con mucha más libertad, además de que
el mejor lugar que posee el viento es la altura, cabe destacar que en otros
lugares es posible darle crédito a los valientes por sus actos suicidas, ya que
no todas las escaleras poseen la seducción de pisarlas. Hace tiempo, en Iztapalapa,
mientras caminaba sobre una banqueta observaba a una pareja discutir sobre las
escaleras, el hombre-novio tenía puesto un pie sobre un peldaño mientras que la
mujer-novia se resistía a subir, comencé a caminar despacio, observando a los
alrededores y al instante agudizaba mis oídos.
̶ Está fea, se mueve al
pisarlas y parece tener mucho tiempo, qué tal si estando arriba, se desmorona ̶
̶ Cómo
crees, varias veces he atravesado esta escalera y no pasa nada, además mira
cuántos coches pasan, esperar a que nos den una entradita para pasar está en
chino ̶
Me
paré a un lado de ellos, y realizando un sonido gutural indiqué que deseaba
subir, se hicieron a un lado, observé cada uno de los peldaños y en menos de un
segundo le daba la razón a la mujer, aunque siguiera al pie de la letra las
instrucciones ligeras de Julio Cortázar con “los
brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos
dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando
lenta y regularmente” esa
escalera en cualquier momento podría arruinarse y qué mejor que lo hiciera sin
cómplices. Decidí continuar mi camino hasta encontrar una nueva escalera donde
por fin, tranquilamente aplicara las instrucciones
para subir una escalera de Julio Cortázar.