viernes, 30 de diciembre de 2011

CUERDA A LA MELANCOLÍA

Hay canciones que dan cuerdas a la infancia, entonces nos arrastran a la melancolía o viceversa, a la alegría. Al oír la canción “Romance te quiero dar” una órbita de tristeza me trasladó al pasado, a la infancia. La tristeza es una de las emociones más sinceras que se puede experimentar; sin más, la canción parecía un telescopio por el que pude mirar mi vida pasada; llantos, juegos, enojos, amigos, golpes, correr tras las sombras de los perros, o echarse por un momento al pasto y mirar las nubes mientras se le encuentran formas, y por supuesto el complemento principal: la alegría. Antes de la alegría se experimenta la tristeza.

Me deprime pensar que fue tiempo pasado, la vida es como un espejo, nos reflejamos por un momento y después llega el vacío. La canción menciona algo característico “todos quieren pronto vivir aventuras y algo mas, juventud” en la infancia ambicionamos ser adultos, en efecto es querer vivir pronto, pero cuando ya se vivió, queremos en ocasiones volver al pasado, no adulamos al abandono, así me sucede en este momento mientras termino de escuchar esta canción que fue el gozo de mi niñez. Esta noche cierro las ventanas de mi alma para liquidarme un rato con estas gotas que caen caen de mis ojos mientras espero la armonía.

domingo, 11 de diciembre de 2011

NAVIDAD AJENA

Diciembre es un mes familiar por excelencia. Es la reunión de María y José para contemplar el nacimiento de Jesús; el salvador de los pecadores.

La ciudad se transforma en una maqueta. La gente citadina poda y adorna arboles, barre sus banquetas y pinta de amarillo la nariz de la misma y entonces cuelgan luces por todos lados, metáfora del nacimiento; dar a luz. No es de extrañarse que en esa fecha sagrada, vinos y sidras embriaguen nuestros ojos, pues son la sangre de Cristo y sería imperdonable no exhibirlas, mucho menos consumirlas, ley que respetan al pie de las letras los meros entendidos y fanáticos del alcohol.

Es 24 de Diciembre, medio día, el trabajo estuvo como dicen “algo pesado”. Desde la semana pasada las invitaciones me llovieron por todos lados por parte de la familia entre ellos amigos, sin embargo uno tiene que hacer estudios de todo tipo ¿Qué tan conveniente es ir por aquí o por allá? Hace un año fui con los primos que viven cerca de Chapultepec, elegí asistir con ellos porque el ambiente se pone “bueno” y no te restringen nada, puedes amanecerte con un poco de dolor de cabeza porque has cumplido como todo creyente beberte la sangre de Cristo, aunque exagerado pero lo hiciste.

Hace unas horas el sol todavía presumía sus pestañas doradas, ahora la noche ya se preparaba para el banquete navideño, de este evento nadie se escapa, hasta los vagabundos festejan la navidad bajo un techo nuevo de aire y frío.

Mi amigo Oscar a quien hace muchos años no veo fue el elegido para irlo a visitar, le llamé para acordar la zona del encuentro. Zumpango, un lugar que hasta su nombre me fue ajeno, jamás lo había oído, quizá porque no salgo mucho, pero la cita era a las 10:30pm, en la estación de las combis, con varias referencias: un Viana de lado derecho, un Elektra de aspecto antiestético y para precisar más, diez minutos antes de llegar; un campo de fútbol con paredes gris descamadas y entonces tendría que marcarle a su casa para dar aviso de mi llegada. Por supuesto que con esas claves ya era imposible perderme así que no me preocupé, todo estaba registrado en mi agenda.

Abordé el microbús dirección Taxqueña, muy poca gente, en realidad éramos sólo cinco pasajeros, y el conductor se lucía realizando acrobacias a una velocidad de muerte; muerte un elemento paradójico, la navidad no siempre difunde vida y alegría, en esos días suelen suceder catástrofes y en vez de una unión familiar se realiza una reunión para despedir a un alma Que en otra parte suceda el nacimiento de Cristo, aquí estamos de luto—.

Después tuve que abordar el metro dirección Toreo, éste transportaba más pasajeros. Algunos reflejaban desesperación, sus dedos lo manifestaban como si estuvieran tocando un clarinete invisible, otros aprovechaban el trayecto largo para echarse “una pestañita” y unos llevaban regalos para no llegar con las manos vacías a su destino.

Mi amigo me dijo: de Toreo abordas un camión que diga San Sebastián ése pasa por Zumpango, porque otra ruta es más complicado. Así que seguí escrupulosamente sus indicaciones, llegaría temprano el reloj marcaba las 9:00 pm, yo le marcaría a su teléfono en el momento de pasar frente al campo de fútbol y entonces él saldría por mí. El camión olía a aceite quemado, pero resultaba absurdo bajarme para esperar a que saliera el otro vehículo quien posiblemente tardaría en salir hasta quince o veinte minutos y mi cita navideña podría arruinarse.

Emprendió la marcha, la maqueta conocida de luces artificiales se ocultaba a mis espaldas. Ingresaba a un terreno nuevo. Arboles sin esferas ni estrellas en la cúspide, noche tejiendo sueño y mis ojos contemplando aquel terreno impropio; cada cosa está en su lugar. Me encontré frente al campo de fútbol, última referencia dictada por mi amigo, así que era el momento de llamarle, pero vaya sorpresa, no llevaba mi agenda; cuando uno tiene prisa o cree que ya ha tenido todo bajo control, por azares del destino ocurren cambios abruptos, no cargaba celular, porque entonces no me hubiera suscitado ese problema y todo estaría bien, su número lo habría registrado en ese aparatito. Estaba a miles de kilómetros de mi destino, por un momento pensé en bajarme, pero tampoco llevaba suficiente dinero como para regresarme, decidí aferrarme a la fe de que él tendría que llegar por mí al lugar indicado, así que seguí en el asiento como una estatua, siempre pensando en que él llegaría por mí.

Un Elektra bien iluminado, un Viana cerrada, unas cinco combis, unas personas bien abrigadas, un frío desencadenado.

Abandoné el asiento con todo y su temperatura cálida, era momento de enfrentarme al azar, miré mi reloj y marcaba a las 10:10, todavía faltaban veinte minutos para que él llegara. Mi primera actividad fue observar al lugar, un tanto lúgubre, banquetas agrietadas, avenidas adornadas de baches, postes presumiendo focos fundidos, algunos negocios con cartel de clausurado, signo de desánimo navideño, mi pensamiento se disolvió cuando un hombre bajó de una combi y se desplomó al suelo, los presentes no le prestaron atención, yo lo observaba del otro lado de la calle mientras me refugiaba bajo el abrigo de un poste frío. Se incorporó avanzó dos pasos y se tambaleaba, pensé que estaría borracho y por eso su desequilibrio, a unos metros se aproximaba una combi, entonces éste pitó cuando el hombre se encontraba a media calle y como no reaccionara algunas personas decidieron ayudarlo, me pareció que lo interrogaron sobre su estado de salud, si es que se encontraba bien o estaba borracho, lo llevaron a la banqueta a que se sentara y recuperara su equilibrio, obedeció tranquilamente acto que un borracho no realizaría, así que supuse que estaba enfermo o padecía alguna enfermedad. Miré el reloj, eran las diez cincuenta y cinco, seguro mi amigo estaría esperando mi llamada, pero no existía solución, era esperar y esperar porque ya no había transporte de regreso, decidí sentarme como lo había hecho el hombre de hace unos instantes, aguante muy poco pues el frío empezaba a incrementarse, miraba las combis que llegaban con la ilusión de que mi amigo bajara de uno, pero no, no sucedía eso, así que decidí levantarme e ir a explorar un poco el lugar, eran las once y cuarto; al parecer la navidad me atesoraba un festejo inolvidable. Poco a poco la gente se iba ausentando y la zona comenzaba a quedarse vacío. El primer lugar que encontré y que podía funcionar como mi cama fue un estacionamiento de camiones, pero estaba al aire libre y no tenía piso de cemento sino de tierra, a un lado divisé un baño con iluminación, me acerqué, me percaté bien de que no hubiera nadie y me acomodé para dormirme, podía ver las estrellas y el cielo azul, azul oscuro y podía oír el murmullo del viento, poco rato después me levantó un claxonazo, la avenida se encontraba atrás del baño, a unos tres metros, yo estaba casi a la vista. Miré el reloj y eran las 11:25 nuevamente me dirigí a la avenida con la intención de pedir posada al primer hombre o mujer que se me atravesara, pues en esas fechas nadie debe negar la entrada a ningún prójimo, y más si está en una circunstancia como la mía, volví a mi lugar donde minutos antes estuve sentado, pero ya no quedaba nadie, sólo una pequeña montaña de basura y perros persiguiendo a una perra con intención de realizar una copulación sagrada y por testigo me tendrían.

Seguí recorriendo el lugar, con la intención de hallar un refugio, porque si me quedaba el frío lograría arrebatarme la vida. Me encontré un cuarto vacío detrás de Waldos´Mart estaba en obra gris, no tenía nada adentro y por puerta lucía una ostentosa lona negra salpicada de cemento, despacio recorrí esa puerta flexible hasta estar seguro de que nadie me gritara: aléjate de mi casa como no sucedió, entonces ingresé ya era medianoche y los perros ladraban por todos lados mientras a lo lejos estallaban cohetes como mi desdicha. Era el nuevo profeta elegido que nacía ese día, si Cristo nació en un pesebre yo era aún más humilde naciendo en un piso duro con frío sin la presencia de mi madre ni padre, mucho menos de caballos, ni borregos, pero sí de perros y música y cohetes. Nacía en un día sagrado, en un lugar inconcebible para mis ojos, así como supongo; debe ser Belem, por primera vez la navidad me era desconocida.

A varias distancias se escuchaban ánimos navideños.

Al día siguiente Zumpango lucía con nuevo rostro, pedazos de cohetes tirados por todos lados, botellas de sidras olvidadas en una esquina, borrachos abrazados terminando la última gota de alcohol. La navidad había pasado como el frío mientras esa madrugada a las 6:00am emprendía yo mi huída.