domingo, 29 de abril de 2012

lugares

Hay lugares que definitivamente no me gustan. Apenas estaba viendo algunas imágenes de un color oscuro,que me suscitaban cierta congoja, quizá también un poco de martirio porque no poseían agregados de color, y llegaba a la conclusión entonces de que es cierto, cada cosa está en su lugar, sin embargo al observar mi paisaje oaxaqueño, me doy cuenta de que lo tengo todo, amo su música, su gente, sus costumbres, su naturaleza; amo las nubes despiertas sobre los cerros, amo la neblina a pesar de la tristeza con que envuelve, también amo la casa de barro, el canto de los pájaros entre las ramas del arbol de aguacate, es exquisito oler el magüey, mirar brotar el manantial es simplemente artístico y conmovedor, pero tambien es cierto que vivir entre montañas es la cosa mas maravillosa, porque el panorama es distinta a tener que mirar a los alrededores edificios grises. La gente es como vive, por eso, me consta que desde hace dos meses me entra la nostalgia de querer volver a mi pueblo y sembrar maíz, platicar con los perros, observar a las lagartijas huyendo al  lomo de las piedras, ver de cerca las estrellas y el cielo azul durante la noche, oir las alabanzas del viento, cazar mariposas entre las manos para después dejarlas ir. Toda esta escena de memoria, se desenvuelve mientras escucho en voz del clarinete, trompeta, tambor y demás, la canción "Dios nunca muere". Mi dios es una montaña llamada "El cerro de los veinte picos" de antemano sé que su nombre no deriva solamente por querer oirse vigoroso, pero ahí es donde se encuentra la paz ante todas las cosas. Amor-naturaleza. Algún día volveré a vivir ese pasado seductor.

lunes, 23 de abril de 2012

LLANTO TRAS UNA MIRADA

Cuando el amor es una bella realidad, y comienza a sentirse y a manifestarse, es cierto, se hace todo por mantener bien al otro. Mientras observaba, mis ojos estaban empapados de mi llanto, lloré, lloré cuanto pude. Le quitaron la alegría, lo convirtieron en un vegeta, esta vez era enserio, la primera ocasión cuánto los hizo y me hizo reir, otorgó su alegría a quienes estában serios, indiferentes y finalmente se los ganó, hizo hablar al mudo, y a dar vida al manicomio. Él vuelve a mirarlo de frente, sobre la cama, piensa que está actuando, con la lengua de fuera, los ojos desorbitados, el cuello flexible, él le habla y no responde, comprende que esta vez no está actuando, lo ve, lo abraza y llora, llora junto a su cuello y le dice. Gracias, te quiero. No, no te irás solo, toma la almohada y lo asfixia, sé que por dentro él muere también como su amigo a quien hace poco acaba de asesinar.
Así me he sentido en ocasiones, jamás me gustaría ver sufrir a quienes amo mucho, entonces me parece lógico terminar de ese modo el amor, la perpetuidad de esa emoción.

domingo, 22 de abril de 2012

Y PUNTO SEGUIDO

Todo se disfruta, siempre he pensado que así es. Mencionas "solo diré que lo disfruté mucho" la mejor parte del reencuentro es que uno vuelve a disfrutar el pasado, revivir entonces las cosas que creíamos obsoletas, comenzar a re-vivir minutos en unos besos (no es el ensayo que pretendo escribir) pero después de las caricias, de las confesiones, del palpar al otro, de tomarla de la mano de decir y engañar, vale la pena volver a estar mientras respire uno. Tú lo disfrutaste mucho y qué puedo decir yo sino agregar a ello una carcajada, y que así continué mi camino siempre.

sábado, 7 de abril de 2012

PORTILLO

Mirar tras otra mirada hasta convertirse en un miope. Así sucesivamente conocemos las cosas.

domingo, 1 de abril de 2012

UNA MUJER ORINANDO EN LO OSCURO

Una mujer orinando en lo oscuro, el sonido de su orina sedujo mi atención.
En la ciudad de México acontecen eventos fuera de lo ordinario que nos trasladan a algún mundo recóndito que sólo pudiera existir en una narración literaria, según pareciera, pero no es así. Saliendo de la biblioteca Vasconcelos ubicado en la estación del metro Buenavista, mis amigos y yo después de distraer la mirada en algunos transeúntes que no sugerían nada nos adentramos a la entrada del metro, justo apenas había descendido cuatro escalones una mujer en cuclillas con el pantalón abajo, a la altura de las rodillas realizaba sus necesidades. Mi primera impresión fue de asombro, disminuí mi paso, y mis amigos parecieron una copia mía. Giré la mirada no por morbo (inconscientemente tal vez) sino porque el chorro de orina que expulsaba aquella apenada o no distrajeron mis oídos, la orina asemejaba al sonido de una cascada o para acercarnos más a una analogía dentro de la urbe, a una fuga de tubería, lentamente miré hacia el objetivo, cabello corto, ojos brevemente delineados de un color negro, nariz recta pequeña, tez descuidada, de cuerpo, pasada de peso, o sea llenita (como decimos los mexicanos por no decir gorda porque aún está en el estándar de gordibuena) y de voz silenciosa, en ese instante dentro de mi cabeza chocaron varias ideas, pensé que era una de esas mujeres que han perdido la racionalidad de su existencia y realizan actividades sin abatirse, pensé en aquellas que utilizan harapos sucios, mal olientes y una que otra rasta de adorno en su cabeza, pero no, estaba equivocado, era una mujer que en efecto se hallaba apenada , que sabía lo que hacía, pero que la necesidad de su cuerpo la había obligado a realizar una actividad en público, en esas escaleras que eran lo más cercano a un baño privado, a una oscuridad entre cuatro paredes. Supongo que algunas otras personas venían detrás de nosotros con la misma impresión nuestra . Sólo un sonido gutural emitió aquella mujer al sentirse acosada por nuestras miradas, pero digo, en un espacio abierto los ojos poseen las alas de la libertad, de detentar horizontes cercanos o lejanos, así pues, ese suceso extraordinario se archiva en el catálogo de mi memoria como una excelente pesadilla transitoria.