domingo, 23 de mayo de 2010

DESEOS


Después de todo -pero después de todo-
sólo se trata de acostarse juntos. según Sabines.
Las narraciones de Jamaica Kincaid están adornadas del erotismo y del vacío, autobiografía de mi madre es un gozo, del placer del ser humano dentro de la naturaleza de su cuerpo.
AL ESTILO KINCAID
Cuando era niño, no rebasando los diez años, me vi acostado al lado de mi prima, aunque no era una prima cercana o de la cadena de mi sangre, era de esas primas que se les denomina "postizas" vaya nombre; a esa edad no se conocen las definiciones de las palabras que emplean los adultos, y sin embargo suenan lindos. Sus manos las apoyó en mi pecho, ella era un año mayor y alegre, el relój seguía su camino, la noche blasfemaba por lo que veía y sin embargo lo ocultaba, mi reacción en ese momento fue contener la respiración, no recuerdo porqué razón nos juntaron a los cuatro en la misma cama, mi hermano, su hermana, ella y yo. Siempre había dormido con tanta libertad en mi cama, con las manos extendidas como las aletas de un avión, y los pies relajados como los de un pulpo, pero esa noche la libertad la había olvidado en mi casa. Le di la espalda a mi prima, para luego soportar la respiración de mi hermano casi ya cerca de mi garganta, no podía dormir, sentía una sensación nueva en mí, inclusive me había gustado que mi prima dejara caer sus manos en mi pecho.En casa, mamá tenía la costumbre de acurrucarme con el calor de su cuerpo, y esa sensación era de sentirse protegido; pero esta otra no causaba el mismo efecto, ya no quería sentirme protegido, sentía una necesidad externa a mis emociones, algo mandaba dentro de mí, así que decidí volverme hacia mi prima y esperar que volviera a descansar sus manos, en menos de un minuto sus pequeñas manos estaban en mi estómago y con gran dificultad me tragué la saliva que había acumulado en ese lapso por la corazonda que provocaba esa mano, ella se hacía la dormida, entonces decidí acariciar con brevedad su mano, mientras yo respiraba con dificultad,poco a poco se fue moviendo y bajó más la mano y la metió debajo de mis pantalones, sólo solté un pequeño gemido, abrió los ojos y me musitó al oído unas palabras -se siente bien ¿verdad?. No podía negar que se sentía bien. se sonrió, apartó la mano y se volteo al otro lado. Nunca una noche había sido tan húmeda como esa vez; esa noche dormí con una humedad tranquila.

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