jueves, 14 de abril de 2011

PALABRAS TRAS PALABRAS

Escribirte, trazarte, construirte por medio de la tinta. Tu mundo está entre márgenes. En mi libreta donde he diseñado mejores rayones que mis poemas me sigues asombrando.
El poema, tu poema me desespera, me desespero, no logro un poema, no te logro, a veces he estado a punto de llorar, quizá con la intención de relajarme, pero no consigo ni lo primero ni lo segundo. ¿Qué son las ramas en ti? ¿Qué son las hojas? ¿En qué radica la analogia precisa de tus ojos con el bosque? Todavía lo desconozco, ni en el poema lo logro descifrar.
Yo creo que estoy triste porque los versos repentinamente llegan como viento a la cara y los críticos severos dicen ¿y la metáfora? ¿donde quedan las imágenes? ¿porqué tanta aliteración? -qué mal empleo de oxímoron-, -lugar común-, y etc. No te puedo defender, me declaro derrotado frente a esas filosas palabras.
Un arbol tiene raíces, tallo, hojas, ramas, flores, mi poema no tiene eso, no te tengo aún entonces. Por el momento el ritmo me gusta, suave, agradable, precisamente como las ramas movidas por el aire o como tus cabellos que se ponen nerviosos a cada rato y adquieren cierto movimiento asombroso; eso es, asombroso debería quedar el poema, pero que va, me parece que se inclina más a lo horroroso.
Hay palabras que no te quieren, no quieren estar entre el poema, se niegan a ser un verso. Me tranquilizo cuando observo mi libreta aunque no escriba.

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