domingo, 1 de abril de 2012

UNA MUJER ORINANDO EN LO OSCURO

Una mujer orinando en lo oscuro, el sonido de su orina sedujo mi atención.
En la ciudad de México acontecen eventos fuera de lo ordinario que nos trasladan a algún mundo recóndito que sólo pudiera existir en una narración literaria, según pareciera, pero no es así. Saliendo de la biblioteca Vasconcelos ubicado en la estación del metro Buenavista, mis amigos y yo después de distraer la mirada en algunos transeúntes que no sugerían nada nos adentramos a la entrada del metro, justo apenas había descendido cuatro escalones una mujer en cuclillas con el pantalón abajo, a la altura de las rodillas realizaba sus necesidades. Mi primera impresión fue de asombro, disminuí mi paso, y mis amigos parecieron una copia mía. Giré la mirada no por morbo (inconscientemente tal vez) sino porque el chorro de orina que expulsaba aquella apenada o no distrajeron mis oídos, la orina asemejaba al sonido de una cascada o para acercarnos más a una analogía dentro de la urbe, a una fuga de tubería, lentamente miré hacia el objetivo, cabello corto, ojos brevemente delineados de un color negro, nariz recta pequeña, tez descuidada, de cuerpo, pasada de peso, o sea llenita (como decimos los mexicanos por no decir gorda porque aún está en el estándar de gordibuena) y de voz silenciosa, en ese instante dentro de mi cabeza chocaron varias ideas, pensé que era una de esas mujeres que han perdido la racionalidad de su existencia y realizan actividades sin abatirse, pensé en aquellas que utilizan harapos sucios, mal olientes y una que otra rasta de adorno en su cabeza, pero no, estaba equivocado, era una mujer que en efecto se hallaba apenada , que sabía lo que hacía, pero que la necesidad de su cuerpo la había obligado a realizar una actividad en público, en esas escaleras que eran lo más cercano a un baño privado, a una oscuridad entre cuatro paredes. Supongo que algunas otras personas venían detrás de nosotros con la misma impresión nuestra . Sólo un sonido gutural emitió aquella mujer al sentirse acosada por nuestras miradas, pero digo, en un espacio abierto los ojos poseen las alas de la libertad, de detentar horizontes cercanos o lejanos, así pues, ese suceso extraordinario se archiva en el catálogo de mi memoria como una excelente pesadilla transitoria.

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