domingo, 29 de abril de 2012

lugares

Hay lugares que definitivamente no me gustan. Apenas estaba viendo algunas imágenes de un color oscuro,que me suscitaban cierta congoja, quizá también un poco de martirio porque no poseían agregados de color, y llegaba a la conclusión entonces de que es cierto, cada cosa está en su lugar, sin embargo al observar mi paisaje oaxaqueño, me doy cuenta de que lo tengo todo, amo su música, su gente, sus costumbres, su naturaleza; amo las nubes despiertas sobre los cerros, amo la neblina a pesar de la tristeza con que envuelve, también amo la casa de barro, el canto de los pájaros entre las ramas del arbol de aguacate, es exquisito oler el magüey, mirar brotar el manantial es simplemente artístico y conmovedor, pero tambien es cierto que vivir entre montañas es la cosa mas maravillosa, porque el panorama es distinta a tener que mirar a los alrededores edificios grises. La gente es como vive, por eso, me consta que desde hace dos meses me entra la nostalgia de querer volver a mi pueblo y sembrar maíz, platicar con los perros, observar a las lagartijas huyendo al  lomo de las piedras, ver de cerca las estrellas y el cielo azul durante la noche, oir las alabanzas del viento, cazar mariposas entre las manos para después dejarlas ir. Toda esta escena de memoria, se desenvuelve mientras escucho en voz del clarinete, trompeta, tambor y demás, la canción "Dios nunca muere". Mi dios es una montaña llamada "El cerro de los veinte picos" de antemano sé que su nombre no deriva solamente por querer oirse vigoroso, pero ahí es donde se encuentra la paz ante todas las cosas. Amor-naturaleza. Algún día volveré a vivir ese pasado seductor.

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