jueves, 7 de octubre de 2010

UN BICHO, UNA SOMBRA

Hay un bicho inmóvil en la alfombra de mi sala. Se ha detenido en el centro, un lugar que ofrece varias alternativas. No me parece que esté muerto sin embargo su postura estática me incita fuertemente a pensar en eso. Tiene dos antenitas cortas y no alcanzo a ver sus ojos, sus patas son flacas; apenas se logra definir su silueta. Se ha detenido exactamente bajo la sombra de mi silla y al parecer existe una distancia de cuarenta centímetros entre los dos. Ya han pasado cinco minutos, alrededor no hay nada que provoque ruido, sólo el clic, clic del reloj. La paciencia no es mi vocación y tomo la iniciativa de moverme, de mover un pie, pero al parecer al bicho no le agrada la idea y se mueve con tal rapidez al compás de mi movimiento y justo cuando mi pie vuelve a aterrizar en la alfombra el bicho se detiene, no me queda otra opción que mover el otro pie para equilibrar mi cuerpo. Eso descarta la idea de su muerte.
Son las doce de la noche, y no me queda más que despedirme con un brusco movimiento de todo mi cuerpo al pararme de la silla; el animal hace lo propio como si fuese mi sombra, mi otra máscara, parece una pesadilla. Me consuela saber que es una realidad, que me iré a dormir y no pensarme el personaje de Kafka.

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